CAPITULO 9.
POR QUE NO LE TENGO MIEDO A LA MUERTE.
Solo cuando uno pierde el miedo a la muerte
puede decir que realmente vive con plenitud.
Creo que lo que nos causa temor no es el
mero hecho de morir sino algo mas trágico: la posibilidad de no haber vivido
nunca, de llegar al fin de nuestros días sin saber para que se vive.
He asistido a muchas personas en su lecho
de muerte, y la mayoría ansiaba poder prolongar su vida.
Subir al monte del Señor puede querer
decir alcanzar una dimensión verdaderamente humana en esta vida, vivir con
manos limpias y corazón puro de modo de experimentar esa sensación de estar en
su lugar santo. Si logramos eso la muerte no nos aterrara.
Los jóvenes piensan que van a vivir
eternamente, dan por sentado que tienen todo el tiempo del mundo y por eso
invierten su tiempo en actividades que no pagan dividendos hasta bien entrado
el futuro.
Hay personas cuya vida está marcada por el
miedo a la muerte, y personas que son capaces de experimentar la satisfacción
de vivir.las primeras viven muriendo; las últimas mueren viviendo.
Sé que el destino puede poner fin a mis días
mañana mismo, pero para mi la muerte es una contingencia sin importancia.
Yo no le tengo miedo a la muerte porque sé
que he vivido, porque ame y fui amado.
Transito sin miedo por este valle de
sombras, no solo porque ahora Dios está conmigo sino porque me guio hasta este punto.
Todos vamos a morir, pero el único remedio para curar el temor a la muerte es saber
que uno ha vivido con plenitud.
Una vida rica no se consigue con unos pocos
hechos grandiosos sino con infinidad de acciones pequeñas.
Luego de analizar a Eclesiastés y nuestra propia
vida, hemos identificado tres elementos:
Entregarse a los demás.
Aceptar el dolor como parte de la propia vida.
Saber que uno ha importado.
Así como nuestro cuerpo necesita aire y alimento,
nuestra alma precisa relacionarse con otras personas, no estar rodeada siempre por
extraños. Como solía decir uno de mis maestros “Uno no aprecia lo que recibe, sino
lo que comparte”
Es menester aceptar el dolor porque de lo contrario
nunca nos atreveremos a sentir amor ni esperanza. Si nos volvemos insensibles a todo, incluso al dolor, jamás vamos a conocer
la felicidad que menciona Eclesiastés como una de las mayores gratificaciones de
la vida.
No voy a elogiar aquí el sufrimiento, pero
si se que sirve para quitarnos ilusiones falsas acerca de cómo debería ser el mundo.
El lenguaje del dolor, del sentirlo todo, es
un compendio de todos los lenguajes, y lo aprendemos mejor de jóvenes.
¿Qué lleva a las personas mayores a quitarse
la vida, a menudo cuando se enteran de que padece una grave enfermedad?
Se me ocurre que en algo tiene que ver la actitud
que asume nuestra sociedad frente al dolor.
Desde el principio se nos dice que para cada
clase de dolor hay una píldora que lo cura.
Como nunca aprendieron a convivir con el dolor,
algunas personas consideran que la única escapatoria es renunciar a la vida.
La enfermedad mental es una forma de huir del
sufrimiento que ocasiona la realidad.
El alcoholismo crónico frecuentemente es un
intento por aliviar el dolor.
Sin embargo debemos de aprender que el sufrimiento
es parte de la vida.
Se nos tiene que enseñar que el dolor no va
a durar para siempre, y que no necesariamente debe ser intolerable.
Aprieta los dientes mientras te duele, pero
no niegues el sufrimiento ni te sientas apabullado por él. Algún día el dolor se
habrá ido y tu seguirás estando allí.
El elemento final que nos permite afirmar:
“He vivido, y mi vida importo” es saber que
uno contribuyo para que algo cambiara.
La satisfacción más característica del mentor
reside en contribuir al desarrollo de los jóvenes, en ayudarlos a poder llevar a
cabo sus ilusiones…
Enseñamos porque nos hace falta compartir.
Mi vida actual es más rica de lo que era hace
cinco o diez años gracias a lo que he madurado y a todo lo que me he enriquecido
durante ese lapso.
A medida que vamos envejeciendo nos volvemos
más interesantes como personas porque la experiencia enriquece,
Prefiero comparar la vida con un buen libro:
a medida que avanzamos en su lectura, entendemos más el sentido del autor.
Dice el Talmud que todos deberíamos hacer tres
cosas en la vida:
Tener u hijo, plantar u árbol y escribir un
libro.
Los tres casos son formas de invertir nuestra
energía creativa en algo que va a perdurar después de nuestra muerte, y representan
lo que hay de mejor en nosotros.
Pensemos una vez más en el autor del Eclesiastés.
Tanto miedo tenia que la muerte le quitara sentido a su vida, que le costaba disfrutar
de las cosas placenteras de su existencia.
Y desde luego escribió un libro que sigue brindándonos
enseñanzas miles de años después.
¿Qué mayor satisfacción, que otra promesa de
inmortalidad podría anhela una persona?
(RESUMEN DEL LIBRO CUANDO NADA TE BASTA- HAROLD S. KUSHNER)
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