CAPITULO 1.
¿POR QUÉ SUFREN LAS BUENAS PERSONAS?
Hay una sola pregunta que
realmente importa:
¿por qué le pasan cosas
malas a la gente buena?
Cualquier otra conversación
teológica sería una distracción intelectual; algo así como completar el
crucigrama del periódico dominical y sentirse muy satisfecho cuando las palabras
concuerdan sin darse cuenta de que, en definitiva, se sigue sin la capacidad
para llegar a las personas en relación con lo que a ellas realmente les
importa.
Prácticamente todas las conversaciones
significativas que he sostenido con otras personas sobre el tema de Dios y la religión
comenzaron con esa pregunta o fueron a parar a ella.
La mujer o el hombre
angustiado que acaba de salir del consultorio del médico con un diagnóstico desalentador
tienen algo en común pero también lo tienen el estudiante universitario que me
dice que ha decidido que Dios no existe o el desconocido que se me acerca en
una fiesta en el instante en que estoy por pedirle mi abrigo a la anfitriona y
me dice: "Así que es un rabino; ¿cómo puede creer que ... Todos están preocupados
por la distribución injusta del sufrimiento en el mundo ?"
El infortunio de los buenos
es un problema, y no sólo para la gente que lo sufre y los seres que los
rodean.
Lo es para todos los que
desean creer en un mundo justo y equitativo y habitable.
Es inevitable que se
formulen preguntas acerca de la bondad, la generosidad e inclusive la
existencia de Dios.
No es necesario que las
personas sean seres humanos santos y extraordinarios para enfrentarse a ese
problema.
Es probable que no nos
preguntemos con frecuencia: ¿por qué sufre la gente que es generosa, la gente
que nunca hace nada malo?", pero eso es porque conocemos a muy pocos
individuos así.
Lo que sí nos preguntamos
con frecuencia es por qué la gente común, los vecinos amables y amistosos, que
no son ni extraordinariamente buenos ni extraordinariamente malos, deben
enfrentar repentinamente la agonía del dolor y la tragedia. Si el mundo fuera
justo, no se merecerían ese dolor.
No son mucho mejores ni
mucho peores que la mayoría de la gente que conocemos; ¿por qué ha de ser más
difícil su vida?
Cuando nos preguntamos:
“¿Por qué sufren las personas buenas?” o “¿por qué le pasan cosas malas a la
gente buena?", nuestra preocupación no está limitada al martirio de los
santos y sabios; es un intento por comprender por qué la gente común nosotros y
las personas que nos rodean- debe soportar una carga extraordinaria de pena y dolor.
Uno de los modos en que la gente intentó dar sentido al sufrimiento
del mundo, en cada generación, fue suponiendo que nos merecemos lo que recibimos,
que nuestro infortunio es, en cierto modo, un castigo por nuestros pecados:
i Feliz el justo, porque le irá bien, comerá el fruto de
sus acciones! ¡Ay del malvado, porque le irá mal, se le devolverá lo que
hicieron sus manos!
(Isaías 3:10-11)
Er desagradó al Señor, y el Señor lo hizo morir.
(Génesis 38:7)
Al justo no le pasará nada malo, pero los malvados están
llenos de desgracias. (Proverbios
12:21)
Recuerda esto: ¿quién pereció siendo inocente o dónde fueron
exterminados los hombres rectos?
(Job 4:7)
Así, por ejemplo, el Salmo noventa y dos alaba a Dios por
el maravilloso, inmaculado y justo mundo que nos ha dado y sugiere que la gente
insensata le encuentra defectos porque es impaciente y no le da a Dios el
tiempo necesario para que emerja Su justicia.
¡Qué grandes son tus obras, Señor, qué profundos tus
designios!
El hombre insensato no conoce
y el necio no entiende estas cosas.
Si los impíos crecen como la hierba
y florecen los que hacen el mal,
es para ser destruidos eternamente ...
El justo florecerá como la palmera,
crecerá como los cedros del Líbano ...
Para proclamar qué justo es el Señor, mi Roca, en Quien
no existe la maldad.
(Salmo 92:6-8, 13, 16)
Yo fui padre de un niño
discapacitado durante catorce años hasta que murió. No hallé consuelo en la
noción de que Dios me había elegido porque reconocía una fortaleza espiritual especial
en mi interior y sabía que yo podría sobrellevarlo mejor.
Eso no me hizo sentir
"privilegiado" ni tampoco me ayudó a comprender por qué Dios debe
enviar niños discapacitados a cientos de miles de familias confiadas cada año.
Todas las respuestas a la
tragedia que hemos considerado tienen, por lo menos, un aspecto en común Todas
suponen que Dios es la causa de nuestro sufrimiento e intentan comprender por qué
Dios quiere que suframos.
¿Es por nuestro propio bien
o un castigo que nos merecemos, o será que a Dios no le importa lo que nos
pasa?
Muchas de las respuestas son
sensatas e imaginativas pero ninguna totalmente satisfactoria.
Algunas nos llevan a
culparnos para proteger la reputación de Dios.
Otras nos piden que neguemos
la realidad o reprimamos nuestros verdaderos sentimientos.
Nos hacen odiarnos por
merecer ese destino u odiar a Dios por enviárnoslo, a pesar de que no nos lo merecíamos.
Pero puede haber otro
enfoque.
Quizá Dios no causa nuestro
sufrimiento.
Quizá no sucede por voluntad
de Dios sino por otras razones.
El salmista escribe:
"Levanto mis ojos a las montañas:
¿De dónde me vendrá la
ayuda? La ayuda me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra". (Salmo
121:1-2)
No dice: "Mi dolor
viene del Señor" ni "mi tragedia viene del Señor". Dice:
"la ayuda me viene del Señor".
¿No es posible que Dios no
cause las cosas malas que nos suceden? ¿No es posible que Él no decida qué
familias darán a luz un niño discapacitado, que Él no haya dispuesto que Ron
quedara lisiado debido a una bala o Helen, a una enfermedad degenerativa, sino
por el contrario que Él esté dispuesto a ayudarlos y ayudarnos a sobrellevar
nuestras tragedias si logramos superar los sentimientos de culpa e ira que nos
separan de Él?
Por qué Dios me hizo esto a
mí?" no es, en realidad, la pregunta que debemos formulamos?
El estudio más profundo y
completo del sufrimiento humano que encontramos en la Biblia, y quizás en toda
la literatura, es el Libro de Job.
A continuación, nos
abocaremos al examen de ese libro.
(RESUMEN DEL LIBRO CUANDO LA GENTE BUENA SUFRE- HAROLD S. KUSHNER)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario