CAPITULO 2.
EL LIBRO MÁS PELIGROSO DE LA BIBLIA.
La búsqueda de
una vida plena es uno de los temas religiosos mas antiguos.
Desde la
primeras épocas, la religión ha procurado relacionar al hombre con Dios y su
prójimo, para que pueda compartir con otros sus momentos de regocijo y de
dolor.
En el judaísmo,
el cristianismo y algunos de los credos orientales suele hacerse referencia a
la religión como El Camino, la senda que conduce a vivir en armonía con el
Universo.
Se nos habla de
la existencia de Dios que rige el universo y nos revela su voluntad.
Se nos promete
felicidad si cumplimos sus designios y una gran desdicha si nos apartamos de su
senda.
La Biblia parece
escrita para creyentes que ya oyen la voz de Dios, y no para el atribulado
hombre moderno, para el escéptico, el dubitativo, el confundido.
Las personas que
tienen fe siempre aconsejan: “Lee la Biblia porque allí encontraras todas las
respuestas”
No obstante, uno
de sus libros difiere de todos los demás por su carácter insólito tanto que, si
fuera más difundido, podría llegar a ser el más peligroso de la Biblia. Se
trata de Eclesiastés.
Es obra de un
hombre enojado, cínico y escéptico, que tiene dudas acerca de Dios y cuestiona
el imperativo de hacer el bien.
Generación va, y generación viene; mas la tierra siempre permanece.
Eclesiastés 7:15-16.
Todo esto he visto en los días de mi vanidad. Justo hay que perece por su justicia, y hay impío que por su maldad alarga sus días.
No seas demasiado justo, ni seas sabio con exceso; ¿por qué habrás de destruirte?
¿Hay alguien más
en la Biblia que hable así?
Virtualmente
todas las páginas de la biblia insisten en la importancia de nuestros actos,
por pequeños que estas sean.
¿Qué es este
libro que tanto perturbo a los sabios de antaño y sorprende al lector moderno?
Es una obra difícil
de leer y comprender.
La tradición
judía sostiene que salomón es autor de tres libros bíblicos.
Cuando era joven
y estaba enamorado, escribió los poemas de amor del Cantar de los Cantares. Cuando
maduro y se dedico a ganarse la vida, volcó la sabiduría práctica en el libro
de los Proverbios. Al envejecer expreso en sus escritos el cinismo que
encontramos en el Eclesiastés.
El hombre que
conocemos como Eclesiastés era un individuo sensato, de mediana edad o mayor
aun que enfrentaba el miedo a envejecer y morir sin haber hallado el sentido de
su vida. Da la impresión de buscar con desesperación algo que le dé un valor
perpetuo a su existencia.
Pero él no era
un adolescente sino un hombre maduro, triste y amargado.
Se trata de un
libro escrito por un hombre muy asustado.
Y no sabe qué
hacer con ese temor a morir sin dejar huellas.
En su libro nos
cuenta la historia de su vida.
Nos habla de sus
logros y sus frustraciones, de todas las
formas en que intentó tener éxito y dar trascendencia a su vida, de por qué la
pregunta ¿Qué significa a la larga todo esto?
Engrandecí mis obras, edifiqué para mí casas, planté para mí viñas;
me hice huertos y jardines, y planté en ellos árboles de todo fruto.
Me hice estanques de aguas, para regar de ellos el bosque donde crecían los árboles.
Me hice estanques de aguas, para regar de ellos el bosque donde crecían los árboles.
Compré siervos y siervas, y tuve siervos nacidos en casa; también tuve posesión grande de vacas y de ovejas, más que todos los que fueron antes de mí en Jerusalén.
Me amontoné también plata y oro, y tesoros preciados de reyes y de provincias; me hice de cantores y cantoras, de los deleites de los hijos de los hombres, y de toda clase de instrumentos de música.
Y fui engrandecido y aumentado más que todos los que fueron antes de mí en Jerusalén; a más de esto, conservé conmigo mi sabiduría.
Eclesiastés 6:1-3.
Hay un mal que he visto debajo del cielo, y muy común entre los hombres:
El del hombre a quien Dios da riquezas y bienes y honra, y nada le falta de todo lo que su alma desea; pero Dios no le da facultad de disfrutar de ello, sino que lo disfrutan los extraños. Esto es vanidad, y mal doloroso.
Aunque el hombre engendrare cien hijos, y viviere muchos años, y los días de su edad fueren numerosos; si su alma no se sació del bien, y también careció de sepultura, yo digo que un abortivo es mejor que él.
Eclesiastés 2:1, 10, 12.
Dije yo en mi corazón: Ven ahora, te probaré con alegría, y gozarás de bienes. Mas he aquí esto también era vanidad.
No negué a mis ojos ninguna cosa que desearan, ni aparté mi corazón de placer alguno, porque mi corazón gozó de todo mi trabajo; y esta fue mi parte de toda mi faena.
Después volví yo a mirar para ver la sabiduría y los desvaríos y la necedad; porque ¿qué podrá hacer el hombre que venga después del rey? Nada, sino lo que ya ha sido hecho.
Eclesiastés 3.1-4.
Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora.
Tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado;
Tiempo de matar, y tiempo de curar; tiempo de destruir, y tiempo de edificar;
Tiempo de llorar, y tiempo de reír; tiempo de endechar, y tiempo de bailar;
Me amontoné también plata y oro, y tesoros preciados de reyes y de provincias; me hice de cantores y cantoras, de los deleites de los hijos de los hombres, y de toda clase de instrumentos de música.
Y fui engrandecido y aumentado más que todos los que fueron antes de mí en Jerusalén; a más de esto, conservé conmigo mi sabiduría.
Pero la vida no
le enseño que la riqueza no es la respuesta. Sabe que puede perder su dinero
tan fácilmente como lo adquirió. O que puede morir y lo heredara alguien que no
trabajo para reunirlo.
Eclesiastés 6:1-3.
Hay un mal que he visto debajo del cielo, y muy común entre los hombres:
El del hombre a quien Dios da riquezas y bienes y honra, y nada le falta de todo lo que su alma desea; pero Dios no le da facultad de disfrutar de ello, sino que lo disfrutan los extraños. Esto es vanidad, y mal doloroso.
Aunque el hombre engendrare cien hijos, y viviere muchos años, y los días de su edad fueren numerosos; si su alma no se sació del bien, y también careció de sepultura, yo digo que un abortivo es mejor que él.
Al igual que
muchos jóvenes ricos, Eclesiastés se dedico al placer, a la bebida, a probar
todos los entretenimientos que pueden comprarse con dinero.
Dije yo en mi corazón: Ven ahora, te probaré con alegría, y gozarás de bienes. Mas he aquí esto también era vanidad.
No negué a mis ojos ninguna cosa que desearan, ni aparté mi corazón de placer alguno, porque mi corazón gozó de todo mi trabajo; y esta fue mi parte de toda mi faena.
Después volví yo a mirar para ver la sabiduría y los desvaríos y la necedad; porque ¿qué podrá hacer el hombre que venga después del rey? Nada, sino lo que ya ha sido hecho.
Al fin y al
cabo, para los jóvenes el tiempo es eterno: les quedan tantos años por delante
que pueden darse el lujo de malgastar algunos.
Pero a medida
que va envejeciendo y el tiempo adquiere más valor para él.
La edad, que en
un momento fue para el una ventaja sobre la gente mayor se ha vuelto su
enemiga.
Eclesiastés se
da cuenta de que se le está acabando el tiempo, y así lo refleja en estas
líneas memorables.
Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora.
Tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado;
Tiempo de matar, y tiempo de curar; tiempo de destruir, y tiempo de edificar;
Tiempo de llorar, y tiempo de reír; tiempo de endechar, y tiempo de bailar;
Cuanto más valioso
tu tiempo, mas ocupado estas.
Lo más frustrante
es saber que la muerte puede presentarse demasiado pronto, y borrar todo lo que
uno trato de conseguir en la vida.
Eclesiastés 2:14.
El sabio tiene sus ojos en su cabeza, mas el necio anda en tinieblas; pero también entendí yo que un mismo suceso acontecerá al uno como al otro.
La mente humana es
muy frágil. Y no solo la muerte, sino también la vejez, la senilidad, pueden hacer
desaparecer los conocimientos adquiridos.
Eclesiastés se vuelve
religioso encuentra tiempo para todas las actividades del alma que nunca pudo emprender
por estar demasiado ocupado.
¿Acaso Dios ha plantado
en nosotros un hambre imposible de saciar, una sed de sentido y trascendencia?
(RESUMEN DEL LIBRO CUANDO NADA TE BASTA- HAROLD S. KUSHNER)
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