CAPITULO 1.
¿QUE ERA LO QUE TENIA QUE HACER YO CON MI VIDA?
Si a cualquier persona
se le pregunta que es más importante para ella, ganar dinero o dedicarse a su
familia, casi todos responderán familia sin vacilación.
Pero si observamos
como esa misma persona invierte su tiempo y sus energías, comprobaremos que no
vive de acuerdo a sus ideales.
Preguntémosle a cualquiera que pretende de la vida y
probablemente nos responderá: “Lo único que quiero es ser feliz”.
Creo que la mayoría
de la gente aspira a ser feliz, que todos se empeñan al máximo para serlo.
¿Por qué es tan ilusoria
esa sensación de felicidad tanto para las personas que encuentran lo que
quieren en la vida como para las que no la hayan?
¿Por qué algunas
personas, que tienen tantos motivos para ser felices, sienten íntimamente que
algo les falta?
¿Querer ser
feliz es pedirle demasiado a la vida?
¿No será que la
felicidad, como la juventud eterna o el movimiento perpetuo, es un fin
inalcanzable por más que nos esforcemos en alcanzarlo?
¿O acaso es posible
que el hombre sea feliz pero lo que sucede es que ha equivocado el camino?
Lo que el trataba de
advertirnos es que, por mucho que nos afanemos por hacer las cosas bien, el éxito
no nos dejara satisfechos.
El dinero y el
poder no satisfacen esa hambre indefinible del alma.
Hasta los ricos
y poderosos anhelan algo más.
A pesar de todos
los atavíos exteriores del éxito, se sienten huecos por dentro.
Nuestras almas están
sedientas de sentido.
Lo que nos frustra
y nos impide ser felices es que nuestras vidas carezcan de sentido.
Por ricos que
seamos en bienes materiales, lo que anhelamos es un sentido de trascendencia.
Por más que
tengamos todos los bienes deseados, podemos sentirnos vacíos.
Uno no adquiere la
felicidad por el solo hecho de perseguirla.
Se es feliz
cuando se lleva una vida plena de sentido.
La felicidad es
como una mariposa, cuanto más la perseguimos, mas vuela y se esconde. Pero si
no le damos caza, si dejamos la red y nos ocupamos de actividades más
productivas, se nos acercara por detrás y se posara en nuestro hombro.
“Para alcanzar las
metas que premia la sociedad debemos renunciar a una parte de nuestra personalidad”
La necesidad de trascendencia
no es de carácter biológico como lo es la necesidad de aire o alimento. Tampoco
es psicológica como la necesidad de ser aceptado y sentir autoestima. Se trata de
una carencia religiosa, una sed fundamental que padece el alma. Por eso es que debemos
acudir a la religión para saciarla.
(RESUMEN DEL LIBRO CUANDO NADA TE BASTA- HAROLD S. KUSHNER)
Gracias por el punto de vista tan acertado, me quedo con "El dinero y el poder no satisfacen esa hambre indefinible del alma", en este aspecto y en muchos otros (por no decir todos) la religión es super importante en nuestra vida.
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